A 48 del 68
Habría que lavar no sólo el piso;
la memoria.
Habría que quitarles
los ojos a los que vimos,
asesinar también a los deudos,
que nadie llore, que no haya más testigos.
Pero la sangre echa raíces
y crece como un árbol en el tiempo.
La sangre en el cemento, en las paredes,
en una enredadera: nos salpica,
nos moja de vergüenza.
JAIME SABINES
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